Relato: Blanco Impoluto

domingo, enero 12, 2020


Historias de terror doméstico: Blanco impoluto.


Marta tiene una cena hoy en casa de Antonio, un compañero de oficina de su marido. No es el mejor plan del mundo, pero al menos supone salir de la rutina. 

Llegan a la puerta del bonito chalet (tarde, como casi siempre) y llaman al timbre. Presentaciones, apretones de mano y besos de rigor. 

Al entrar en el salón, Antonio les sirve vino en unas bonitas copas. Marta se pregunta el motivo por el cuál ella nunca consigue mantener intactos cuatro de nada. Las cenas en su casa se componen de una vajilla heterogénea donde se mezclan vasos altos y elegantes (de eses le quedan dos) y los vasos de la Nocilla colección Rosario Flores. 

Mientras los hombres charlan, Irene, la mujer de Antonio insiste en hacer un tour para enseñarle la casa. Como no...
Le muestra una blanca e impoluta cocina, en la cual se podría llevar a cabo una operación a corazón abierto sobre la encimera, usando como instrumental el precioso juego de cuchillos Ginsu que luce glorioso en su soporte. 



A la habitación de matrimonio, que parece sacada de una revista de hoteles de lujo, solo le faltan los cisnes elaborados con toallas en la posición «besito con el pico» y el bombón de bienvenida sobre los mullidos almohadones.
Los baños, dignos de un anuncio de Viakal. Echó de menos la tira plástica que rodea el váter anunciando que acaba de ser limpiado y desinfectado.
Y una habitación vacía reservada para los niños... 

Vuelven al salón, cálidamente iluminado por el fuego de la chimenea. Marta mira hacia la entrada esperando ver salir a Ambrosio con la pirámide de Ferrero Rocher. 

Irene se recrea explicándole los detalles de los elementos decorativos:

- La alfombra está elaborada con una mezcla de lana turca y fibras de cachemir. Es ideal, ¿Verdad?

- Sí, sí. Son las mejores, la nuestra también es de mezcla... (Y no mentía. De mezcla de macarrones secos y boñigas de plastilina).

Durante la cena Irene pregunta a Marta sobre la maternidad, que cómo es la experiencia, que si son buenos los niños, si se portan bien...

- Si, la verdad no podemos quejarnos...

A la pregunta ¿Son buenos los niños?, Marta ha contestado SI. 
Conchita, ¿Qué determina el polígrafo?
Os podéis imaginar la respuesta.

Ya en los postres, deciden hacernos partícipes de su felicidad porque...

- ¡Estamos embarazados!

Los felicitan con efusividad y mientras brindan Marta sonríe por dentro de forma maliciosa mientras barre la estancia como en los programas de televisión de reformas donde podemos ver el antes y el después.

¿Que qué hay en el después? Manos de chocolate en las paredes, grafitis de rotulador en el sofá beige de piel y el sonido inconfundible del roce de la cachemira y los macarrones crujiendo bajo los pies.

Fin (Inspirado en hechos reales)

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