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11 febrero, 2020

POST SERIO: Cuando no es como te lo contaron (II)

¡Hola, torpes!

El otro día prometí contaros el resto de nuestra aventura en la unidad de neonatología del hospital con nuestro primogénito. Ahora que habíamos tocado fondo empezábamos a remontar poco a poco.
Se descartaron muchos de los posibles diagnósticos iniciales como el de meningitis o derrame cerebral. La medicación estaba funcionando. Ni una sola convulsión desde el inicio del tratamiento. Entonces solo nos quedaba ponerle nombre a lo que le pasaba al peque, y para eso había que continuar con las pruebas.

En la unidad no todo era preocupación, tristeza y caras largas. Enfermeras cantándole a los pequeños, la radio puesta para animarnos los días y mucha gente preocupándose por cómo estábamos.

Además los días de visitas se animaba el cotarro. Las normas claras: de dos en dos y no tocar  a los niños para no despertarlos e incomodarlos. Imaginaos a la pobre abuela sin poder achuchar  a ese hermoso y rollizo bebé... El niño comía como un campeón, yo tenía mucha leche, y se pasaba casi todo el día durmiendo. Mi padre estaba obsesionado con verle con los ojos abiertos y, cuando las enfermeras no miraban, le daba pataditas a la cuna para intentar despertarlo. Fue muy duro para ellos también, aunque se mostraban fuertes para apoyarnos y acompañarnos en eses duros momentos.

Creo que no fui consciente hasta que nos pasó esto de la cantidad de amigos y familiares que vivirían preocupados por la evolución de nuestro bebé. Venían a hacerme compañía, a ver al peque, me escribían o llamaban siempre que podían y lo sufrían con nosotros. ¡Que afortunada soy de tenerlos en mi vida!

Así pasaba el día y llegaba papá a la carrera después del trabajo, deseando disfrutar de los cinco o diez minutos que le quedaban para ver al niño antes del fin de la hora de acompañamientos. Y después a casa. Esa era la peor parte. Y casa lloraba todo lo que no permitía mientras estaba al pie de su cuna.

Y un día bautizamos al problema: INFARTO CEREBRAL.

Así, con todas esas letras. Tan concreto y tan general a la vez. El pediatra nos hablo de las posibles consecuencias que iban desde todas a ninguna. Desde dificultades importantes de la motricidad y el habla a nada de nada. Vigiliar (lo que para una madre se traduce en obsesión) y revisiones.

Y, ¿sabéis qué? No puedo decir que nada de nada, porque seguimos con la medicación y las revisiones periódicas, pero cero secuelas. Tengo un niño sano que corre y salta. Juega, se divierte, es cariñoso y muy inteligente. Solo tiene una disfemia del habla que, según la neuróloga, no es ni achacable a la lesión.

Lo que si tiene es una puñetera sombra negra en su resonancia. Pero tuvo la deferencia de colocarse de forma que no le hizo tanto daño como podría haberle hecho. Tan superficial, entre dos lóbulos del cerebro que no consiguió dejar huella tangible en mi campeón.

Así que alta y a nuestra casa. ¡Por fin!

La historia no terminó aquí. Le siguieron unos años de: el mío hace así ¿es normal? ¿El tuyo coloca los pies así al andar? ¿Es normal que aún no hable? Siempre comparando su evolución para ver si era normal y como la de los demás niños o por fin se manifestaba alguna secuela del infarto.

Pero el niño caminó. Y después corrió. Y habló. Y suma, resta, multiplica y divide. Y yo no lo puedo querer más. Incluso os diré que no lo puedo querer más que a la niña, pero es un amor distinto. El amor de una madre hacia el hijo del que, por unas horas, pensó que podría morir y del que siempre ha tenido que estar pendiente.

Y él es un niño sano, pero sobre todo feliz. Y eso me hace inmensamente feliz a mí.

Un beso, mis torpes.

22 comentarios:

  1. Qué valiente... Me alegro de que el final sea feliz.

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    1. Por suerte, nuestro final fue feliz. La valentía nos sale sola en ciertos momentos. Mi marido me confesó a posteriori que se sorprendió de mi entereza ya que soy un persona altamente sensible que lloro con mucha facilidad. Muchas gracias!

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  2. Ainsss mi niña que susto más grande. Me alegro que se quedara en eso y que ahora ya respiréis tranquilos. Un abrazo inmenso.

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    1. Graaaacias! Ahora tocan otras luchas mucho más insignificantes como los deberes o el racionamiento de la tablet. Lo otro fue aprendizaje. Un beso

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